En la superficie, tal como se los ve cómodamente apoltronados sobre el barranco de Punta Loma, a pocos kilómetros del centro de Puerto Madryn, se los diría pesados y sin gracia. Les cuesta moverse, a fuerza de aletazos y coletazos, sobre una superficie no muy cómoda para sus cuerpos de 300 kilos. Los lobos marinos son viejos huéspedes de esta zona: viven en las costas sudamericanas y descansan en tierra donde encuentran un refugio seguro, tanto sobre las orillas continentales como en varias islas del Atlántico y del Pacífico. Sin embargo, por familiares que parezcan sobre el agua, quien los pueda ver por debajo de la superficie los recordará para siempre con otros ojos. Es entonces cuando, sueltos en su auténtico elemento, los lobos se vuelven ágiles y juguetones, capaces de interactuar con los buzos y de jugar como cachorros.
A diferencia del buceo con ballenas, que no está permitido, el buceo con lobos es una actividad regulada, que comenzó en tiempos recientes y se convirtió rápidamente en una de las propuestas “estrella” de Puerto Madryn. Se realiza a lo largo de medio día, partiendo en embarcaciones que en alrededor de media hora permiten aproximarse a Punta Loma desde el agua: es un punto de vista poco habitual, ya que en esta reserva los lobos suelen verse desde arriba. Aquí, en cambio, la aproximación es a su nivel, y ellos responden aproximándose sin miedo para curiosear las lentes de las cámaras mientras hacen piruetas. Todavía en la embarcación, por donde sobrevuelan gaviotines y cormoranes, los instructores revisan el funcionamiento de los equipos (esta actividad está reservada a buzos certificados) y luego se pasa a una balsa flotante desde donde se desciende, poco a poco, con ayuda de una soga. Es como si el océano tuviera una mágica puerta invisible, el “otro lado del espejo”, que permite acceder a un mundo fantástico: en ese mundo, los peces se acercan a comer de la mano de los buzos mientras los lobos nadan y juegan, confiados, como si estuvieran recibiendo a viejos amigos. No está permitido tocar a los animales, pero no es infrecuente que rocen a los buzos con las aletas y con la cola, mientras se dan vuelta en el agua con envidiable agilidad. La inmersión dura unos 45 minutos, pero dará que hablar durante días...
Para los aficionados al buceo sin certificación también hay posibilidades de vivir la experiencia de acercarse a los lobos: se trata de realizar un simple snorkeling, sin sumergirse a profundidad, aunque tomando las mismas precauciones en la instrucción previa y la aproximación a los animales. Y como los lobos son mamíferos, que respiran aire, se mantienen cerca de la superficie y se puede verlos y acercarse a ellos con igual facilidad.
VERANO EN EL GOLFO NUEVO Puerto Madryn tiene infinidad de lindas imágenes para ofrecer: las ballenas, que se quedan hasta mediados de diciembre, son una fuente inagotable de escenas increíbles, así como los pingüinos que anidan en Punta Tombo, unos 100 kilómetros más al sur, y las toninas overas o las orcas que se pueden cruzar durante la navegación por las aguas del Golfo Nuevo. Pero además de ese entorno natural desbordante de fauna, Puerto Madryn es una ciudad de playa, un balneario donde nacen y evolucionan tendencias, y donde se pueden practicar todos los deportes veraniegos típicos de las orillas del mar: sólo hay que elegir. Las playas céntricas, justo enfrente de la ciudad, concentran los balnearios más concurridos, con paradores, restaurantes y pequeños bares donde se reúnen los más jóvenes. Son, entre otros, Bernardino, Mediterráneo, Sotavento, Las Dunas y Na Praia, que ofrecen alquiler de bicicletas, kayaks y tablas de windsurf, un deporte ideal para practicar en aguas del Golfo Nuevo (si no se tiene práctica, o se quiere ir un poco más allá, hay una escuela para principiantes y avanzados).
Pero en busca de más naturaleza y soledad, conviene irse hacia las playas del norte o del sur: hacia el norte, la conocida El Doradillo, donde basta sentarse sobre la arena para divisar –sobre todo al comienzo de la temporada– numerosas ballenas que saltan en los sempiternos juegos de su cortejo amoroso. Es un buen lugar para subirse a una bicicleta todo terreno y explorar estas orillas de suave pendiente hacia el mar. Además aquí se puede encontrar sombra, un detalle poco frecuente y no menor cuando aprieta el sol patagónico.
En la otra punta, antes de llegar a Punta Loma se encuentra Playa Paraná, de canto rodado y caída más marcada. Dicen los pescadores que los mejores meros y los mejores pejerreyes de mar se consiguen en estas aguas, pero rivalizan en elogios con los buceadores, que se sumergen aquí para explorar un naufragio cercano, a sólo 150 metros de la línea de la costa. Luego sigue Punta Loma, con su reserva de lobos, y unos tres kilómetros más al sur la bella playa de Cerro Avanzado, donde el azul del cielo toca el horizonte y se confunde con el mar.
Un paisaje de bardas áridas, frágiles y recortadas en capas netas y visibles que hablan de una milenaria historia geológica, se presta para las caminatas interpretativas. En los cañadones de esta zona se ven con facilidad fósiles de otras y otros organismos marinos, ocultos por una vegetación achaparrada y espinosa propia de las zonas de desierto, donde la vida depende de la capacidad para sobrevivir sin agua. Si se avanza hacia la restinga, la zona de transición entre la tierra y el mar, el panorama cambia: aquí la vida se adapta a ser cubierta y descubierta por las aguas, y predominan los microorganismos anfibios. Del otro lado de la restinga, las aguas del mar son siempre sorprendentemente tranquilas: el fenómeno se debe a la protección que les brinda su ubicación geográfica; por eso los operadores de buceo prometen inmersiones más tranquilas que las que se pueden experimentar en aguas mucho más septentrionales y más cálidas. Cerro Avanzado también se puede recorrer en bicicletas todo terreno, y para los aventureros más resistentes la opción ideal es la travesía en kayak durante todo un día, con algunas paradas para recorrer los alrededores a pie o en bicicleta. Si no se dispone de tanto tiempo, o no se tiene tanta práctica con la pala, se pueden hacer travesías de kayak más cortas o bien en kayaks dobles: no hay excusa para no dejarse llevar por la increíble sensación de ser apenas una gota en ese océano infinito que parece, en el instante mágico en que se detiene el viento, casi inmóvil.
VISITA AL ECOCENTRO Además de su tradicional Museo de Ciencias Naturales, situado en el característico edificio conocido como Chalet Pujol, Puerto Madryn es la sede del moderno Ecocentro, un centro de interpretación y exhibición sobre la naturaleza de la costa patagónica. Construido sobre un acantilado, con grandes ventanales que miran hacia el mar, ofrece una mirada científica sobre los ecosistemas de la región, las corrientes oceánicas, las ballenas francas y muchos otros temas abordados desde lo informativo y lo sensorial. Una torre con aires de faro distingue al edificio desde lejos: y en el interior, sorprende la figura de un delfín, hecho con huesos de un animal verdadero, que es mitad cuerpo y mitad esqueleto. La obra remite a un problema cotidiano, la captura accidental de especies que caen en las redes de pesca y luego, ya muertas, son descartadas y arrojadas al mar. Son muertes inútiles pero numerosas, y la representación simbólica aquí exhibida es tan fuerte como efectiva. También impacta, en el exterior, el Apparatusgommatus testianorum, un gigantesco animal marino de nueve metros de largo y tres de altura, rojo y hecho con residuos y gomas viejas. Concebido por el arquitecto y artista plástico Clorindo Testa, da la bienvenida a los visitantes y los llama a recordar otro problema grave, el de los numerosos residuos arrojados al mar: de hecho, la obra está revestida con desechos recogidos en las playas de Península Valdés. Quien se asoma al mar desde las terrazas del Ecocentro, abiertas a los visitantes para disfrutar la vista del mar, los atardeceres y el viento, lo tendrán presente. El desafío es recordarlo siempre, cuando ya estén a la distancia los sonidos de las ballenas, las piruetas de los lobos y el eterno fulgor del Atlántico azul.
DATOS UTILES
Cómo llegar: Puerto Madryn se encuentra a 1470 kilómetros de Buenos Aires. Se accede por vía terrestre por la RN 3. En avión, hay vuelos de Lade y Andes, o bien Aerolíneas Argentinas hasta Trelew.
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