Frente a la masificación del correo electrónico y otras tecnologías, el número de filatelistas se ha visto reducido en el país a casi la mitad del que se registraba en sus tiempos de esplendor. Aun así más de 25 mil argentinos coleccionan estampillas y sostienen su fascinación por ellas.
Con un vocación filatélica nacida en él hace más de medio siglo, José Merlo recuerda cómo la gente se agolpaba frente a las oficinas de correo cada sábado por la mañana para timbrar su correspondencia con los sellos postales emitidos ese día, o cómo él mismo, siendo chico, solía renunciar a veces a una chocolatín para comprar en su lugar una estampilla de Indochina. Tal era la fascinación de sentir en sus manos un objeto que llegaba del otro lado del mundo lleno de misterios y preguntas. Pero lo cierto es que la vida cambió y "hoy los chicos son incapaces de sentir esa fascinación por el simple hecho de que el otro lado del mundo es lo que consumen a diario en sus casas", dice.
Al igual que Merlo -miembro de la Sociedad Filatélica de la República Argentina que él mismo presidió-, la mayoría de los filatelistas reconoce que su querida actividad viene sufriendo en los últimos años una fuerte caída. No sólo el número de coleccionistas de sellos postales se habría reducido hoy a casi la mitad de los que llegó haber alguna vez en el país, sino que como consecuencia de ello han cerrado muchos clubes y entidades especializadas en el tema.
En tiempos de correo electrónico, las causas del fenómeno parecen bastante obvias. Frente a esta nueva alternativa, más efectiva y económica, la circulación epistolar se ha reducido muchísimo y cada año circulan menos estampillas pegadas, explican desde el Correo Argentino. Pero la retracción de la filatelia como hobby obedecería también a otras causas culturales, aseguran.
Así como la globalización modificó en gran medida el interés que existe hoy por las culturas lejanas, las tecnologías que le dieron lugar impusieron al mismo tiempo entre las nuevas generaciones cierta lógica de la inmediatez que resulta incompatible con la filatelia, una actividad que exige enorme paciencia y perseverancia.
El hecho es que aún en caída, la filatelia goza hoy de buena salud. "Seremos menos, pero cada vez somos mejores", dice José Merlo al expresar un optimismo compartido por otros tantos filatelistas. Puede que circulen menos estampillas pegadas en sobres, pero "ningún país ha dejado de emitirlas ni lo va a dejar de hacer los próximos veinte años", asegura Domingo Canela, el propietario de la última casa de filatelia de la Ciudad.
TECNOLOGIAS EN PUGNA.
Más allá del impacto que representó el surgimiento del correo electrónico sobre la circulación epistolar -una realidad que casi ningún filatelista niega- la disminución en el interés de la gente por los sellos postales se basa quizás en otro cambio tecnológico. "Las franqueadoras automáticas han llevado a que prácticamente desaparecieran los estampillas en los sobres", explica Alfredo Castillo, el vicepresidente de la Sociedad Filatélica y Numismática de La Plata.
En el Correo Argentino, el organismo nacional a cargo de la emisión de sellos postales, confirman esa observación. "El sistema de envío de correspondencia se ha tecnificado mucho y hoy la mayoría de las cartas son despachadas con una timbradora automática (una máquina que estampa un sello de tinta en lugar de la estampilla)", comenta Rafael González Bergés, responsable de la gerencia de Filatelia de la empresa.
Es así que "si bien el plan de emisiones prevé el lanzamiento de unas treinta estampillas al año, las tiradas son menores que antes, cuando se las utilizaba más para el envío de cartas. Ahora han quedado mayormente para coleccionistas", dice González Bergés.
Ya sea por el avance de las timbradoras automáticas o el correo electrónico, el hecho es que el interés por la filatelia viene mermando. En la Sociedad Filatélica y Numismática de La Plata, una organización fundada en 1972 que llegó a tener cerca de 70 socios, hoy quedan unos 40, de los cuales sólo la mitad son activos. Y "lo mismo se ha dado en otras asociaciones filatélicas del país. Algunas se redujeron a un par de socios, como sucedió en Bahía Blanca; otras directamente cerraron", cuenta su vicepresidente.
Cuántos filatelistas quedan hoy en Argentina constituye un dato difícil de precisar, pero hay quienes aseguran que no llegarían a la mitad de los que había en tiempos de esplendor de la actividad, alrededor de los años cincuenta. Quizás la cifra más aproximada la tenga el Correo Argentino: su base de clientes que reciben información sobre las nuevas emisiones de sellos ronda las 25 mil personas en el país.
CUESTION DE EDAD.
"Antes, la fascinación por las estampillas empezaba en la escuela, pero eso lamentablemente ya no existe. Por más que el Correo hace campaña y envía a las escuelas sellos fuera de circulación, los chicos no se enganchan. Hoy tienen un montón de otras cosas para entretenerse", comenta el coleccionista José Merlo.
"La culpa es de las máquinas", sostiene por su parte Alfredo Castillo señalando con la mirada una computadora en el living de su casa. "No sólo hicieron que el mundo sea más accesible sino que impusieron una inmediatez por las cosas. Y la filatelia exige todo lo contrario: paciencia y perseverancia en la investigación", señala.
Apasionado de la filatelia desde hace más de treinta años y acaso uno de los mayores coleccionistas en el país de sobres postales de Malvinas, Castillo reconoce no haber logrado trasmitir su vocación a ninguno de sus dos hijos treintañeros.
Lo mismo admite Alfredo Diloreto, el secretario de la Sociedad, en referencia a sus hijos adolescentes. "No les interesa -asegura-: tienen un acceso al conocimiento que no existía antes. Es por eso que cuando llegaba algo de un país lejano uno quería ponerse enseguida a averiguar cosas sobre ese país", dice al explicar la motivación que constituye a su entender la base de la filatelia y la numismática.
La realidad que describen Diloreto y Castillo en sus propios entornos familiares es la misma que se refleja en la nómina de la Sociedad Filatélica y Numismática que conducen. "Casi todo los socios tenemos más de cuarenta años. Y aunque cada tanto se acerca gente joven, no dura demasiado porque no tiene constancia", explican.
Pero que la filatelia se está convirtiendo en un hobby casi exclusivamente de personas adultas y mayores es un punto en el que no todos están de acuerdo. En el Correo Argentino aseguran que al menos un 30% de sus clientes que reciben información sobre estampillas tiene menos de cuarenta años de edad. Y desde la Filatelia San Luis, el último negocio de su rubro en La Plata, Domingo Canela asegura tener clientes de 8 años en adelante.
"MENOS, PERO MEJORES".
Mientras las estampillas parecen ir perdiendo año a año su lugar histórico en los sobres, el número de las que se emiten es cada vez mayor. "La mayoría de los países saca hoy 80 y 120 nuevas estampillas al año", asegura Canela. "Son tantas las que circulan que los catálogos mundiales se publican en partes porque de otra forma tendrían el grosor de varias biblias", menciona por su lado José Merlo.
Frente a tanta profusión de nuevos sellos postales, "los grandes coleccionistas tienden hoy a especializarse cada vez más y llegan a dedicarse incluso no a un país sino a una región o un período histórico de él. Esto ha llevado a que se requiera un estudio mucho más profundo que antes", explica el ex presidente de la Sociedad Filatélica de la República Argentina.
Pero la filatelia en el siglo XXI tendría además otra marca propia. "Las mismas tecnologías de la comunicación que en cierta forma jaquearon nuestra actividad, nos están permitiendo realizarla en forma más exhaustiva. Hoy existen cientos de foros en internet donde uno puede contactarse con otros coleccionistas y obtener la información que busca", cuenta Merlo al afirmar que ahora los filatelistas son menos, pero mejores.
Desde esta perspectiva se podría decir que, lejos de extinguirse, la filatelia quizás atraviese apenas un momento de crisis. Y, como suele suceder en esos casos, quizás resurja fortalecida con una nueva identidad: la de una afición que, aunque basada en un vestigio del correo postal, no resulte por ello menos fascinante.
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Creo que son tres los factores que han hecho se reduzca el número de practicantes de este interesante hobby. En primer lugar la tendencia del mundo moderno a mecanizar y abaratar costes que propició la aparición del timbrado de las cartas por medíos mecánicos con la consiguiente disminución del uso de sellos. En segundo lugar la aparición del email y el teléfono celular con sus distintas aplicaciones de correo, por lo que ya prácticamente nadie, salvo las empresas de marketing y los bancos envían cartas, y estas se franquean por medios mecánicos. En tercer lugar y, desde mi punto de vista, causa fundmental hoy en día, el empobrecimiento cultural y preponderancia de lo audiovisual sobre lo escrito, motivo este, por el que ha desaparecido en la sociedad el interés por la correspondencia epistolar.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo. Ya el uso de los celulares ha incrementado notablemente el empobrecimiento cultural: nadie sabe escribir correctamente y mucho menos leer. El Diccionario de la Real Academia Española pasarà a ser un elemento menos consultado que la Odisea. La filatelia era (y es, o al menos lo que queda de ella) una verdadera enciclopedia cultural. A travès de cada sello se incrementaba el nivel cultural de cada uno descubriendo y aprendiendo cosas nuevas. Soy un coleccionista de hace muchos años y recuerdo cuando mantenìa correspondencia epistolar con otros coleccionistas de Israel, Cuba, Chile, España, Bolivia por citar los principales. Cuando coleccionàbamos sellos usados. Yo tenìa parientes en Italia y guardaba todas las cartas. La matemorfosis tecnològica que ha producido Internet (su lado negativo) creando monstruos como Facebook y similares ha destruìdo este tipo de hobbys.
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