A través de este novedoso espacio se puede descubrir el “detrás de escena” de la rutina de una profesional del sexo.
Ahora existe la posibilidad de experimentar lo que se siente en eso de parapetarse en la vidriera y mostrarse a la mirada de transeúntes o potenciales clientes en el típico Barrio Rojo de Amsterdam, donde la prostitución es legal. Esa oportunidad lo entrega un nuevo museo que los holandeses abrieron en esa ciudad dedicado íntegramente a la historia y los usos y costumbres de la prostitución.
A través de este novedoso museo se puede descubrir el “detrás de escena” de la rutina de una profesional del sexo, los precios por el servicio, las “herramientas del oficio” y hasta de qué modo descansan las proveedoras del placer pago. Todas esas experiencias las ofrece el primer museo de la prostitución, que abrió sus puertas en la ciudad holandesa conocida mundialmente por su Barrio Rojo, en el que prostitutas para todos los gustos se exponen desde las vidrieras de sus locales.
En ese barrio el sexo pago se convirtió en negocio legal desde 2000 y está regulado estrictamente en todos sus aspectos, desde la salud de las trabajadoras, su seguridad y hasta los impuestos por ganancias. Desde hace unos meses también se elevó la edad legal para las prostitutas, de 18 a 21 años. El inédito museo es una de esas típicas “vidriera” de oferta sexual, que fue adaptado. Está situado en medio de otras casas que ofrecen placer y su finalidad es mostrar las actividades en el área de Wallen, donde se instalaron las prostitutas antes del siglo XV.
Obviamente llegaron allí para aprovechar el puerto y una clientela de marineros, usualmente ávidos de mujeres tras largas travesías. Un atrayente sistema de iluminación, con los “secretos” de la emblemática luz roja y una pantalla con el guiño de una mujer invitan al visitante a entrar al museo. La entidad ofrece, entre otras cosas, un documental sobre la vida cotidiana de una prostituta en el barrio, una exposición de la típica ropa de las trabajadores del sexo, en una evolución durante siglos, además de una serie de habitaciones equipadas de forma diferente dependiendo de la “especialidad” sexual a la venta.
También los ritos y meneos de las mujeres a la hora de instalarse en las vidrieras de oferta aparecen detalladas en el museo. El recorrido se completa con un “confesionario” en el que “usuarios” del servicio desnudan deseos ocultos o pecados cometido. El museo explica que el espacio de 2 por 3 metros donde las prostitutas trabajan cuesta una renta media de 150 euros por medio día, que la reunión con los clientes nunca dura más de un cuarto de hora, y que el arancel promedio por el servicio de placer es de 50 euros. Las mujeres normalmente trabajan 11 a 12 horas al día, 6 días a la semana con una jornada libre. “Tal vez los turistas aprenderán a tener un poco más respeto“, dice a la agencia Ansa la experta Yolanda van Doeveren, que trabaja en la prostitución en Amsterdam.
“Casi todas las mujeres que están aquí son ‘voluntarias’, en el sentido de que saben lo que estaban haciendo, pero debemos preguntar cuáles eran las otras opciones que ellas tenían“, amplió. De hecho, en una habitación hay una placa que dice mucho, en memoria de Anna la China, una prostituta que murió en 1957 justo en lo que ahora es el Museo. Todavía no se han encontrado el responsable de ese crimen. El placer es para el cliente, nunca para ellas.
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