Los precios de los productos alimenticios han conseguido templarse después de la espiral alcista de 2011.
La previsión de una mala cosecha de algunos cultivos y el posible aumento de la demanda global en lo que queda de año hacen temer un nuevo boom inflacionista. El tercero en apenas cinco años.
EEUU por ejemplo se enfrenta a la peor sequía en 56 años.
A finales de 2006 la prensa internacional se hizo eco durante apenas unos días, más como anécdota que como síntoma de algo más importante, de las protestas sociales que surgieron México por el brusco encarecimiento de las tortillas de maíz, uno de los pilares de la dieta nacional, sobre todo entre los más pobres. Era solo un primer aviso de lo que estaba por venir. En 2007 y 2008 los disturbios por el precio disparado de los alimentos recorrieron el sudeste asiático, África y Latinoamérica.
Entonces, todos los factores que podían empujar los precios de los alimentos confluyeron en lo que muchos expertos calificaron como la tormenta perfecta: un fuerte incremento de la demanda por el cambio a mejor de la dieta de países superpoblados como China e India; una producción alimentaria creciente pero no a los ritmos necesarios; la desviación de una parte importante de las cosechas de cereales a la producción de biocombustibles; la especulación en el mercado de futuros de commodities alimentarias.
El resultado fue que el precio global de los alimentos casi se duplicó en unos meses.
A principios de 2011 la historia se repitió y algunos alimentos, singularmente los cereales, vivieron una nueva escalada de precios. De nuevo las cosechas se vieron afectadas por sequías, inundaciones y grandes incendios en África, Latinoamérica, Asia y Rusia; la demanda crecía por el tirón de las economías emergentes, y los inversores volvieron a instalarse en las materias primas agrícolas como valores que les ofrecían seguridad. Segunda crisis alimentaria en cuatro años, y ahora el mundo parece que pueda sufrir la tercera.
En principio, la situación actual parecería la contraria a la que podría llegar a generar preocupaciones importantes. El índice de precios de alimentos que elabora la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) acumula tres meses de caídas y en junio marcaba su nivel más bajo en dos años, después de un 2011 con fuertes alzas. El escenario aparentemente llama a la tranquilidad, pero algunos movimientos en los mercados internacionales apuntan a un cambio de tendencia y los expertos alertan ya de que en los próximos meses podría desatarse una nueva crisis alimentaria.
Los niveles que están alcanzando las commodities agrícolas en los mercados internacionales han hecho saltar las alarmas. El precio del maíz y la soja se han colocado esta semana en máximos históricos, y el del trigo, aunque aún por debajo de sus cotas récord, se ha disparado en torno a un 50% en poco más de un mes. El fuerte incremento de los precios viene provocado muy fundamentalmente por la previsión de que las cosechas de este año se verán muy mermadas por la histórica sequía que sufre Estados Unidos, la peor en más de medio siglo.
Y, además, hay otros golpes meteorológicos que pueden azuzar las alzas: el mal tiempo ha hecho que Rusia, Ucrania y Kazajstán prevean un descenso de sus cosechas y una reducción de sus producciones el próximo año; un monzón con menos lluvias de lo esperado hace temer por una menor cosecha de arroz y lentejas, la llegada del fenómeno de El Niño también golpeará la producción en Asia, Latinoamérica y África.
"Hasta en dos ocasiones en los últimos años, en 2008 y en 2011, el aumento de los precios de los productos agrícolas ha sido la chispa para severas espirales de inflación en los precios de la comida. El riesgo a una tercera oleada de aumentos de los precios de los alimentos aumenta rápidamente", advierte Barclays en un informe sobre el sector de las commodities. Los analistas de Barclays apuntan a fuertes subidas de aquí a final de año de las materias primas agrícolas, con importantes potenciales de apreciación de cara al último trimestre para el trigo (+32%), el maíz (+18%), el cacao (+13%) y la soja (+12%). El encarecimiento de las materias primas ya es motivo suficiente para temer un efecto paralelo en el precio de los alimentos, pero parece que otros factores también pueden empujar al alza el coste de la comida.
¿Tropezando en la misma piedra?
La crisis alimentaria de 2008 hizo saltar por los aires durante semanas las reglas del libre comercio mundial. Los países productores, que veían como sus poblaciones se levantaban por los inasumibles precios de los alimentos, decretaron severas restricciones a las importaciones tratando de atenuar los encarecimientos locales, pero agravando, y mucho, las ya fuertes subidas de los precios en los mercados internacionales. Algunos expertos temen que una eventual vuelta al proteccionismo y a las restricciones comerciales por parte de los grandes productores agrícolas sirva de catalizador para una nueva crisis a escala global.
En paralelo, el eventual aumento de la demanda en los próximos meses puede igualmente calentar los mercados de futuros de las commodities. Por un lado, las potencias emergentes se encuentran en mucha mejor situación que en las otras dos crisis alimentarias anteriores para afrontar una subida de precios: con niveles de inflación controlados y con un dólar débil en relación a sus divisas, los emergentes podrían mantener el ritmo de consumo incluso si los costes crecieran en los próximos meses.
Por otro lado, grandes traders de los mercados de materias primas detectan que en los últimos meses ha habido una retención de la demanda por parte de algunos de los grandes importadores, que habrían estado esperando una caída de los precios para llenar la despensa. "Hay varios de los grandes importadores de maíz en Asia y de trigo en Oriente Medio y el norte de África que pronto se podrían ver obligados a comprar", advierten los analistas de Barclays.
Con una oferta que se espera que mengüe y una demanda que se adivina creciente, los temores a que se alumbre una nueva crisis alimentaria global empiezan a tomar forma. E incluso algunos expertos temen que los menores niveles en relación a 2008 de precios de los combustibles, que tiene una especial incidencia para retener las tendencias inflacionistas de las materias primas agrícolas, no sea un bálsamo suficiente.
El incremento de los precios va más allá de las cifras en las cotizaciones de futuros y las asépticas rentabilidades: para la población más pobre, que en algunas zonas del mundo puede llegar a dedicar el 75% de su renta a la compra de alimentos, marca la línea entre sobrepasar o no la última frontera hacia el desespero y la miseria. La crisis alimentaria de 2007 y 2008 elevó el contingente de los que pasan hambre en el mundo en 100 millones de personas. Cuidado con los efectos de otra crisis alimentaria. Llueve sobre mojado.
La previsión de una mala cosecha de algunos cultivos y el posible aumento de la demanda global en lo que queda de año hacen temer un nuevo boom inflacionista. El tercero en apenas cinco años.
EEUU por ejemplo se enfrenta a la peor sequía en 56 años.
A finales de 2006 la prensa internacional se hizo eco durante apenas unos días, más como anécdota que como síntoma de algo más importante, de las protestas sociales que surgieron México por el brusco encarecimiento de las tortillas de maíz, uno de los pilares de la dieta nacional, sobre todo entre los más pobres. Era solo un primer aviso de lo que estaba por venir. En 2007 y 2008 los disturbios por el precio disparado de los alimentos recorrieron el sudeste asiático, África y Latinoamérica.
Entonces, todos los factores que podían empujar los precios de los alimentos confluyeron en lo que muchos expertos calificaron como la tormenta perfecta: un fuerte incremento de la demanda por el cambio a mejor de la dieta de países superpoblados como China e India; una producción alimentaria creciente pero no a los ritmos necesarios; la desviación de una parte importante de las cosechas de cereales a la producción de biocombustibles; la especulación en el mercado de futuros de commodities alimentarias.
El resultado fue que el precio global de los alimentos casi se duplicó en unos meses.
A principios de 2011 la historia se repitió y algunos alimentos, singularmente los cereales, vivieron una nueva escalada de precios. De nuevo las cosechas se vieron afectadas por sequías, inundaciones y grandes incendios en África, Latinoamérica, Asia y Rusia; la demanda crecía por el tirón de las economías emergentes, y los inversores volvieron a instalarse en las materias primas agrícolas como valores que les ofrecían seguridad. Segunda crisis alimentaria en cuatro años, y ahora el mundo parece que pueda sufrir la tercera.
En principio, la situación actual parecería la contraria a la que podría llegar a generar preocupaciones importantes. El índice de precios de alimentos que elabora la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) acumula tres meses de caídas y en junio marcaba su nivel más bajo en dos años, después de un 2011 con fuertes alzas. El escenario aparentemente llama a la tranquilidad, pero algunos movimientos en los mercados internacionales apuntan a un cambio de tendencia y los expertos alertan ya de que en los próximos meses podría desatarse una nueva crisis alimentaria.
Y, además, hay otros golpes meteorológicos que pueden azuzar las alzas: el mal tiempo ha hecho que Rusia, Ucrania y Kazajstán prevean un descenso de sus cosechas y una reducción de sus producciones el próximo año; un monzón con menos lluvias de lo esperado hace temer por una menor cosecha de arroz y lentejas, la llegada del fenómeno de El Niño también golpeará la producción en Asia, Latinoamérica y África.
"Hasta en dos ocasiones en los últimos años, en 2008 y en 2011, el aumento de los precios de los productos agrícolas ha sido la chispa para severas espirales de inflación en los precios de la comida. El riesgo a una tercera oleada de aumentos de los precios de los alimentos aumenta rápidamente", advierte Barclays en un informe sobre el sector de las commodities. Los analistas de Barclays apuntan a fuertes subidas de aquí a final de año de las materias primas agrícolas, con importantes potenciales de apreciación de cara al último trimestre para el trigo (+32%), el maíz (+18%), el cacao (+13%) y la soja (+12%). El encarecimiento de las materias primas ya es motivo suficiente para temer un efecto paralelo en el precio de los alimentos, pero parece que otros factores también pueden empujar al alza el coste de la comida.
¿Tropezando en la misma piedra?
La crisis alimentaria de 2008 hizo saltar por los aires durante semanas las reglas del libre comercio mundial. Los países productores, que veían como sus poblaciones se levantaban por los inasumibles precios de los alimentos, decretaron severas restricciones a las importaciones tratando de atenuar los encarecimientos locales, pero agravando, y mucho, las ya fuertes subidas de los precios en los mercados internacionales. Algunos expertos temen que una eventual vuelta al proteccionismo y a las restricciones comerciales por parte de los grandes productores agrícolas sirva de catalizador para una nueva crisis a escala global.
En paralelo, el eventual aumento de la demanda en los próximos meses puede igualmente calentar los mercados de futuros de las commodities. Por un lado, las potencias emergentes se encuentran en mucha mejor situación que en las otras dos crisis alimentarias anteriores para afrontar una subida de precios: con niveles de inflación controlados y con un dólar débil en relación a sus divisas, los emergentes podrían mantener el ritmo de consumo incluso si los costes crecieran en los próximos meses.
Por otro lado, grandes traders de los mercados de materias primas detectan que en los últimos meses ha habido una retención de la demanda por parte de algunos de los grandes importadores, que habrían estado esperando una caída de los precios para llenar la despensa. "Hay varios de los grandes importadores de maíz en Asia y de trigo en Oriente Medio y el norte de África que pronto se podrían ver obligados a comprar", advierten los analistas de Barclays.
Con una oferta que se espera que mengüe y una demanda que se adivina creciente, los temores a que se alumbre una nueva crisis alimentaria global empiezan a tomar forma. E incluso algunos expertos temen que los menores niveles en relación a 2008 de precios de los combustibles, que tiene una especial incidencia para retener las tendencias inflacionistas de las materias primas agrícolas, no sea un bálsamo suficiente.
El incremento de los precios va más allá de las cifras en las cotizaciones de futuros y las asépticas rentabilidades: para la población más pobre, que en algunas zonas del mundo puede llegar a dedicar el 75% de su renta a la compra de alimentos, marca la línea entre sobrepasar o no la última frontera hacia el desespero y la miseria. La crisis alimentaria de 2007 y 2008 elevó el contingente de los que pasan hambre en el mundo en 100 millones de personas. Cuidado con los efectos de otra crisis alimentaria. Llueve sobre mojado.
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