De todo lo que hemos argumentado hasta ahora convendría remarcar, una vez más, media docena de ideas. Tal vez parezca reiterativo o demasiadas ideas para un libro tan corto, pero su relevancia no puede pasar inadvertida:
- El mundo, impulsado por el cambio tecnológico, está cambiando la forma de la red en la que se transmite la información.
- Si la estructura de la información –y por tanto del poder– adoptaba hasta ahora una forma «descentralizada» –con poderes «jerárquicos» e instituciones y personas con «poder de filtro»–, las tecnologías de publicación personal en Internet la impulsan a asumir cada vez más una forma «distribuida» en la que cualquiera puede, potencialmente, encontrar, reconocer y comunicar con cualquiera.
- Este mundo distribuido ha dado a luz un medio de comunicación a su imagen y semejanza: la blogsfera.
- En conjunto, este medio de comunicación puede, en partes cada vez mayores del globo y no precisamente de forma más espectacular en los países más desarrollados, cambiar la agenda pública, elevar a tema de debate social cuestiones que los medios tradicionales no abordan o filtran. Un blog no es un medio, pero el conjunto de blogs sí lo es.
- El ciberactivismo es una estrategia para formar coaliciones temporales de personas que, utilizando herramientas de esa red, generen la masa crítica suficiente de información y debate para que este debate trascienda la blogsfera y salga a la calle o se modifique de forma perceptible el comportamiento de un número amplio de personas. Herramientas descentralizadas o incluso centralizadas como Facebook y otro servicios mal llamados «redes sociales», pueden difundir una movilización que exprese adhesión, malestar o rechazo, pero no impulsar una deliberación capaz de impulsar nuevos consensos sociales.
- En un mundo con redes distribuidas, todos –empresas, activistas sociales y, en general, cualquiera que quiera difundir una idea lo más ampliamente posible– estamos abocados al ciberactivismo, es decir, a comunicar pensando en la forma en que otros retransmitirán nuestras ideas a otros que, a su vez y si lo hacemos bien, harán lo mismo con otros en una cadena lo más amplia posible.
De alguna manera llegar a la red es ser exploradores en un nuevo mundo, un nuevo mundo al que no cabe aproximarse desde la lógica de conquista, la explotación o la ocupación. Por eso, mi mito favorito de todos los creados por Hakim Bey es el de Croatan. En su libro más influyente, «Zonas Temporalmente Autónomas», escribía:
En el colegio nos enseñaron que los primeros asentamientos en Roanoke no fructificaron; los colonos desaparecieron, dejando sólo tras de sí el críptico mensaje «nos vamos a Croatan». Informes posteriores acerca de «indios de ojos grises» fueron desacreditados como leyenda. Lo que realmente ocurrió, según el libro de texto, fue que los indios masacraron a los indefensos colonos. Sin embargo «Croatan» no era una especie de El Dorado; era el nombre de una tribu vecina de indios amistosos. Aparentemente el asentamiento fue simplemente trasladado de la costa a los pantanos de Great Dismal y absorbido por la tribu. Así que los indios de ojos grises eran reales; aún están allí, y aún se llaman a sí mismos Croatans.
Por tanto, la primera colonia del Nuevo Mundo decidió escindir su contrato con Prospero (Dee/Raleigh/el imperio) y pasarse a los salvajes con Caliban. Se descolgaron. Se convirtieron en «indios», se hicieron «nativos», optaron por el caos sobre las roñosas miserias de la servidumbre a plutócratas e intelectuales de Londres.
Conquista y ocupación del territorio para obtener riquezas naturales en la colonización. Conquista de la mujer, que pasa a estar ocupada cuando el hombre consigue obtener sexo de ella en el relato machista de la relación heterosexual. Y también en el relato de la acción de los media, ocupando espacios sociales, obteniendo exclusivas. O en el de los negocios: conquistando mercados, ocupando nichos, capturando clientes, obteniendo beneficios. Sujeto empresa, público objetivo.
Siempre un lenguaje que remite a lo privativo, a lo propietario, al sujeto (yo-nosotros) como amo de una relación sádica en la que el triunfo perseguido consiste en que el otro pida justamente aquello que se quiere obtener de él y de lo que simbólica o efectivamente se le priva: territorio, naturaleza, sexualidad, información, deseo…
Conquista, épica; al fin, negación del otro convertido en cosa. El mito de Croatan es tan subversivo, tan evocador, nos llama tan profundamente, porque remite al goce, el canto y la felicidad. Recuerda Bey: «volverse salvaje es siempre un acto erótico, un acto de desnudez».
Lo que resuena bajo el relato aparentemente erudito de Bey es una promesa de liberación. Nos fascina el cuento porque intuimos que conceptualizar al otro como objeto es la fuente de nuestra propia constricción, de nuestra propia negación, del vacío que habita bajo la cáscara del definidísimo yo identitario. Pero por lo mismo, la perdida de la ilusión propietaria, exclusiva, también nos hace sentir cercano el vértigo inherente al cuestionamiento más íntimo: aparecen el caos, la mezcla, la pérdida de un origen claro, el fin de un mundo ordenado por objetivos.
El propósito ya no preexiste a nuestra propia existencia, ya no está definido, no es el criterio de verdad de la acción social. Porque un mundo croatanico, un mundo en el que las fronteras entre el sujeto y el objeto se tornan porosas, donde no hay un otro sino que, desprovistos de las ropas de la subjetividad prefabricada del conquistador, desnudos de nuevo, todos somos otros, es un mundo en el que el propósito desaparece como criterio ordenador de la acción.
Y es un mundo donde aparece indomeñable la abundancia de la mano de la economía del regalo, del gesto gratuito, del amor a la belleza. Traspasada la épica, es fácil definir Croatan desde la ética ubuntu, aun sin negar sus conflictos, sin soñarla, ni mucho menos, como el Nuevo Jerusalén. Es fácil pasar de la competencia por privar a otros a la competencia por empoderarles; de la épica del caudillo a la lírica del mumi. Porque como decía una pintada que encontré en Madrid: «¿Sabes que la vida es gratis?»
No piensen esto utopía comunitarista, es simplemente una consecuencia del capitalismo que viene, un mundo en el que las fronteras entre sujetos y objetos, entre productores y consumidores, entre empresas y audiencias prometen tornarse confusas, en el que los propósitos se vuelven vagos, se diluyen. Y con ellos el mundo de los certeros conquistadores deja paso a un futuro de cartógrafos de lo movedizo.
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