Y a las cuestiones económicas se suma un escenario político alterado por la sorpresiva decisión de Cristina Fernández de Kirchner de girar al centro, colocar a la cabeza de la fórmula de su espacio a Alberto Fernández y reservarse para sí la Vicepresidencia. ¿Servirá esta estrategia para combatir el esfuerzo de Mauricio Macri de polarizar contra el «regreso al pasado» y el «populismo kirchnerista»?
El macrismo rueda por el plano inclinado de la crisis a una velocidad que se acelera. Caída del pib, aumento del desempleo y la pobreza, inflación y, marcando el pulso de todo esto, el signo de todas las crisis argentinas: el termómetro enloquecido del dólar.
Argentina ingresó en el año electoral sumida en una profunda crisis económica y social |
Declive macrista.
Revisemos rápidamente la secuencia de acontecimientos que, de tan rápida, resulta difícil de recordar. En octubre de 2017, a dos años de su llegada al poder, el oficialismo obtuvo su segunda victoria electoral.En diciembre logró la aprobación en el Congreso de la reforma previsional, una demostración de su potencia política (al no contar con los votos suficientes, tuvo que negociar el apoyo de parte de la oposición) que sin embargo produjo un fuerte rechazo en la opinión pública.
En marzo de 2018 ocurrió lo que muchos analistas venían anticipando y los funcionarios escondiendo: la Reserva Federal de Estados Unidos anunció un aumento de la tasa de interés, lo que afectó a los bonos de los países emergentes y puso en cuestión la capacidad del gobierno argentino de seguir financiando el gasto con deuda.
Los bancos internacionales.
El banco de inversión JP Morgan se deshizo de sus bonos argentinos y compró dólares. Asustado, el Banco Central argentino quiso frenar la corrida vendiendo reservas, pero el mercado le torció rápidamente el brazo.
Si a partir del cambio de contexto internacional la posibilidad de que Argentina accediera a los mercados voluntarios de crédito se había alejado, con los últimos acontecimientos quedaba definitivamente cerrada.
Entonces Macri, que ya había cambiado el ministro de Economía, desplazó al titular del Banco Central (más tarde volvería a reemplazarlo) y finalmente el 8 de mayo anunció su decisión de buscar un apoyo del Fondo Monetario Internacional (fmi), que consiguió un mes después y que ya ha sido renegociado… tres veces.
La impericia económica.
La impericia económica demostrada durante este periodo fue notable: mientras modificaba la política monetaria una y otra vez, el gobierno vio cómo el dólar más que duplicaba su valor (pasó de 20 pesos antes de la corrida a 47 pesos al momento de escribir este artículo).
La economía, que en 2017 había logrado un tibio crecimiento empujado por algunas decisiones heterodoxas adoptadas de cara al año electoral –los «brotes verdes»–, se frenó en seco.
La inflación muy atada a las variaciones del dólar.
La inflación, que en una economía semidolarizada como la argentina está muy atada a las variaciones del dólar, recuperó su curva de crecimiento: cerró en 47,6% en 2018; la pobreza se disparó a 33,8% y el desempleo a 9,1% (casi 12% en el conurbano de Buenos Aires).
Leer también: El terrorismo de Estado es una práctica ampliamente extendida en América Latina.En suma, el macrismo, que había llegado al poder con el objetivo de «normalizar», ordenar y relanzar la economía tras una década de populismo kirchnerista, observaba pasmado cómo las principales variables enloquecían.
El gobierno se encuentra hoy en el peor de los mundos. Con una economía deprimida que mes tras mes le regala malas noticias, sus pronósticos de que en poco tiempo se sentirán el rebote y los efectos positivos de la devaluación han ido perdiendo credibilidad, tal como demuestran las encuestas de expectativas y confianza.
El acuerdo con el fmi, además de una sensación de déjà vu que revive los peores recuerdos de la crisis de 2001, incluyó una serie de condicionalidades durísimas que obligaron a Macri a dejar de lado la «utopía gradualista», como definió el ajuste en cámara lenta implementado en los primeros dos años, y pasar a un rústico programa de ajuste monetario y recortes fiscales que solo contribuyó a profundizar la recesión y el deterioro social.
La obra pública, una de las pocas políticas valoradas por la sociedad, se redujo hasta casi desaparecer, y cualquier posibilidad de desplegar una política expansiva fue sencillamente anulada.
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En el gobierno nacional alegan que es un factor clave para que las jurisdicciones inviertan en obra pública en el año electoral.
ResponderEliminar@Fausto Baccino. De hecho en el año electoral, las provincias volcarán $ 271 mil millones en obras.
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