Representantes del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, visitaron recientemente la planta de chips orgánicos ubicada en el territorio indígena bribri.
Su visita, representa una positiva, alentadora y motivadora noticia ya que entregaron oficialmente, a través del Programa Sixaola, que ejecuta el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), 72,5 millones de colones, con el fin de mejorar la producción e ingresos de veinticinco productores de la Cooperativa Indígena Autogestionaria de Producción y Comercialización R.L. (Coopetsiöla R.L.), de la etnia bribri.
Los veinticinco socios y socias de Coopetsiöla son pequeños productores y productoras de bajos recursos económicos, que poseen pequeñas fincas, de entre 1 y 5 hectáreas; en las cuales producen de manera orgánica plátano, banano, frutas tropicales y cacao, principalmente. Estos cultivos son manejados bajo el sistema tradicional indígena, que consiste en la siembra en asocio con diferentes cultivos, lo que sirve tanto para la conservación y protección del suelo y agua, así como para crear fuentes de alimentación y hábitat de animales y aves silvestres.
Esta iniciativa se convierte en un aliciente para una población, que como detalla el reportaje publicado la semana pasada en LA PRENSA LIBRE, no está precisamente bajo los estándares de la democracia, participación, inclusión y reclamo ya constante entre los representantes de esta población.
En Costa Rica, el hecho de que esté ubicada en terrenos alejados y de baja productividad agrícola ha hecho que sus condiciones de vida sean difíciles, lo que conlleva a que vivan en pobreza, agravada por el ineficiente acceso a servicios básicos como electricidad, agua, salud y educación. Se estima que un 28% de esta población tiene cuatro necesidades básicas sin satisfacer.
Asimismo, han sufrido una pérdida de territorios y del dominio territorial, además de la implantación de sistemas educativos y esquemas ideológico-políticos contrarios a los propios.
En Costa Rica un indígena nunca ha ocupado una curul o un cargo ejecutivo de relevancia, lo cual les cierra aún más la posibilidad de ser escuchadas sus demandas y la exclusión social y de marginación siga siendo parte de su realidad.
Los representantes indígenas han hecho muchos llamados para que las autoridades gubernamentales emitan directrices en el sentido de adecuar la legislación común a los términos de la realidad social, cultural y agraria de los territorios indígenas, en el sentido de no afectar con la legislación común los derechos fundamentales –colectivos e individuales- de los pueblos indígenas, conforme a los términos del numeral 35 del Convenio 169 de la OIT.
Los pueblos indígenas son descendientes directos de culturas precolombinas, de quienes heredaron valores y principios que rigen a cada pueblo en particular, enriqueciendo con ello la diversidad entre las culturas que conforman la nacionalidad costarricense. En Costa Rica subsisten aún ocho diferentes pueblos indígenas, a saber: ngobe (guaymí), brunca, teribe (térraba), bribri, cabécar, maleku (guatuso), chorotega y huetar, distribuidos en 22 reservas y ubicadas en su mayoría en las zonas más alejadas e inhóspitas del país, pero con la mayor riqueza en biodiversidad que aún subsiste en el país.
Su visita, representa una positiva, alentadora y motivadora noticia ya que entregaron oficialmente, a través del Programa Sixaola, que ejecuta el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), 72,5 millones de colones, con el fin de mejorar la producción e ingresos de veinticinco productores de la Cooperativa Indígena Autogestionaria de Producción y Comercialización R.L. (Coopetsiöla R.L.), de la etnia bribri.
Los veinticinco socios y socias de Coopetsiöla son pequeños productores y productoras de bajos recursos económicos, que poseen pequeñas fincas, de entre 1 y 5 hectáreas; en las cuales producen de manera orgánica plátano, banano, frutas tropicales y cacao, principalmente. Estos cultivos son manejados bajo el sistema tradicional indígena, que consiste en la siembra en asocio con diferentes cultivos, lo que sirve tanto para la conservación y protección del suelo y agua, así como para crear fuentes de alimentación y hábitat de animales y aves silvestres.
Esta iniciativa se convierte en un aliciente para una población, que como detalla el reportaje publicado la semana pasada en LA PRENSA LIBRE, no está precisamente bajo los estándares de la democracia, participación, inclusión y reclamo ya constante entre los representantes de esta población.
En Costa Rica, el hecho de que esté ubicada en terrenos alejados y de baja productividad agrícola ha hecho que sus condiciones de vida sean difíciles, lo que conlleva a que vivan en pobreza, agravada por el ineficiente acceso a servicios básicos como electricidad, agua, salud y educación. Se estima que un 28% de esta población tiene cuatro necesidades básicas sin satisfacer.
Asimismo, han sufrido una pérdida de territorios y del dominio territorial, además de la implantación de sistemas educativos y esquemas ideológico-políticos contrarios a los propios.
En Costa Rica un indígena nunca ha ocupado una curul o un cargo ejecutivo de relevancia, lo cual les cierra aún más la posibilidad de ser escuchadas sus demandas y la exclusión social y de marginación siga siendo parte de su realidad.
Los representantes indígenas han hecho muchos llamados para que las autoridades gubernamentales emitan directrices en el sentido de adecuar la legislación común a los términos de la realidad social, cultural y agraria de los territorios indígenas, en el sentido de no afectar con la legislación común los derechos fundamentales –colectivos e individuales- de los pueblos indígenas, conforme a los términos del numeral 35 del Convenio 169 de la OIT.
Los pueblos indígenas son descendientes directos de culturas precolombinas, de quienes heredaron valores y principios que rigen a cada pueblo en particular, enriqueciendo con ello la diversidad entre las culturas que conforman la nacionalidad costarricense. En Costa Rica subsisten aún ocho diferentes pueblos indígenas, a saber: ngobe (guaymí), brunca, teribe (térraba), bribri, cabécar, maleku (guatuso), chorotega y huetar, distribuidos en 22 reservas y ubicadas en su mayoría en las zonas más alejadas e inhóspitas del país, pero con la mayor riqueza en biodiversidad que aún subsiste en el país.
El pueblo bribri constituye uno de los grupos étnicos más numerosos de Costa Rica. Aunque la distribución de los pueblos autóctonos costarricenses antes de la conquista no es muy conocida actualmente, sí se tiene certeza de que tanto los bribris como los cabécares estaban asentados en la Cordillera de Talamanca. El sistema social se basaba en el cacicazgos. El religioso Bernardo Thiel calculó que la población bribri sumada a la cabécar alcanzaba unos veintisiete mil indígenas a la llegada de los conquistadores europeos, pero otros han estimado que la población era más numerosa.
En la actualidad, unos 10000 individuos bribris (el número que da el Censo Nacional del año 2000 es de 9645 personas) habitan en la región sur de Costa Rica, principalmente en las reservas indígenas de Salitre y Cabagra, en el cantón de Buenos Aires, ubicado en la Provincia de Puntarenas y en la Reserva de Talamanca, en el cantón del mismo nombre. A lo largo del cauce del río Sixaola y del Río Yorkín, limítrofes con Panamá.
En general, los bribris han conservado su lengua tanto en forma oral como escrita. La actividad más importante es la agricultura, principalmente el cacao y el plátano, aunque también cultivan maíz, frijoles y tubérculos. Se dedican asimismo a la cría de cerdos, cazan aves y pescan. Su más importante expresión artesanal es la cestería y la fabricación de instrumentos musicales, para lo cual utilizan diversos elementos naturales.
Debido a su situación aislada, en relación con los principales centros de civilización, algunos bribris han optado por tener cédulas de identidad tanto panameña como costarricense, lo cual facilita la obtención de ayuda médica en emergencias tanto en uno como en otro país.
Un elemento interesante de esta etnia es que sus viviendas (generalmente, de madera, fabricadas sobre pilotes y techadas con hojas secas) se alzan muy separadas unas de otras, esto debido a que los bribris aprecian la independencia. No es raro que una casa bribri se encuentre a una hora de camino de la otra casa más próxima
fuente: Wikipedia
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