Durante los últimos años, la agenda de salud pública estuvo atravesada por la pandemia del COVID-19. Como nunca antes todos los ojos estuvieron puestos sobre el funcionamiento de los sistemas de salud y su capacidad para responder en tiempos de crisis. La resiliencia y la capacidad de adaptación se volvieron conceptos clave, y temáticas como la administración de recursos sanitarios –como camas en hospitales, respiradores y personal médico- traspasaron las fronteras del sector y empezaron a formar parte de las conversaciones cotidianas. Mientras tanto, sin embargo, otra gran crisis desafía a la salud de la población mundial: el cambio climático, que de acuerdo con la OMS es actualmente la principal amenaza para la salud de la población en el siglo XXI.
Los expertos son contundentes al respecto: el cambio climático ya muestra efectos en la salud de las poblaciones. El último reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) informa que el cambio de climático está impactando la salud de manera directa o indirecta. De manera directa a través fenómenos climáticos extremos como olas de calor, huracanes, tormentas o lluvias intensas; y de manera indirecta al afectar la calidad del aire, tierra, agua y entorno natural, dañando la agricultura, los bosques y los medios de vida. Sus efectos en la salud de la población incluyen entre otros un aumento de deshidratación por causas externas, lesiones traumáticas, enfermedades infecciosas, desnutrición, descompensación de enfermedades crónicas como cardiopatías e hipertensión, así como efectos en la salud mental.
Adicionalmente, la infraestructura y el funcionamiento de los servicios de salud pueden verse afectados, restringiendo los servicios a la población, ya sea como consecuencia directa de los fenómenos climáticos o por la interrupción de los servicios esenciales por la priorización de respuesta frente a la emergencia o alteraciones de la cadena logística.
Se estima que al 2030 puede haber 250.000 muertes adicionales a nivel mundial como consecuencia de enfermedades que resultan de la sequía, olas de calor y clima extremos como desnutrición, dengue, malaria y estrés térmico. Estos efectos impactan a los grupos más vulnerables como niños, mujeres embarazadas, adultos mayores, personas con enfermedades crónicas, con discapacidad y personas en situación de pobreza y ruralidad.
Cómo el cambio climático impacta negativamente en la salud
- Olas de calor. De acuerdo al IPCC, el aumento de la temperatura y las olas de calor pueden aumentar la morbilidad y la mortalidad de diversos problemas de salud y su impacto variará por factores como la edad, el género, pobreza, grado de urbanización y otros factores socioeconómicos. En el verano boreal 2022 solo en España hubo un exceso de 4.700 personas fallecidas relacionadas con las ondas de calor.
- Eventos de clima extremo. En los últimos 50 años en América Latina y el Caribe, más de 260 millones de personas se han visto afectadas y se han registrado más de 90.000 muertes derivadas de clima extremos como huracanes, tormentas tropicales y lluvias torrenciales. Este tipo de eventos no solo daña directamente a las personas sino también, a través de destruir o amenazar los hábitats, contribuye a generar desplazamientos de grandes grupos de población. En 2020 estos eventos generaron desplazamientos 1,5 millones de personas, que debieron trasladarse a albergues u otras locaciones de manera temporal, enfrentando un mayor riesgo de infecciones respiratorias, gastrointestinal y violencia, entre otros.
- El aumento de temperatura y pluviosidad incrementan el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua, así como también la presencia de mosquitos y otros insectos, dado que muchos hábitats se hacen más aptos para su proliferación y para la transmisión de este tipo de enfermedades. El cambio climático, por ejemplo, está facilitando la expansión del virus Chikunguña a lo largo de todo el continente americano, Europa y Asia, la enfermedad de Lyme en América del Norte y el dengue globalmente. Asimismo, ya se están observando casos de enfermedades que se consideraba erradicadas, como el cólera.
- Deterioro del hábitat. El incremento de problemas como la sequía o las inundaciones deteriora las tierras fértiles y destruye los cultivos. Esto se traduce en inseguridad alimentaria, especialmente en lugares como África y América Central y en poblaciones que viven cerca de la naturaleza como los pueblos indígenas y los pequeños agricultores. Por estos motivos, el cambio climático está generando incrementos de desnutrición, en especial en poblaciones vulnerables. Además, el humo generado por incendios en periodos de calor contribuye a deteriorar la salud. Los incendios en Australia a principios de 2020 condujeron a la muerte de cientos de personas y miles de hospitalizaciones por condiciones cardiovasculares y respiratorias.
- Salud mental. A todos estos factores se suma el efecto del cambio climático en la salud mental de la población. De acuerdo al IPCC, el aumento de la temperatura, el trauma asociado al temor generado por climas extremos, las pérdidas de vidas, el duelo asociado al cambio en el ambiente y al daño del hábitat, así como la ansiedad por la anticipación de fenómenos extremos, entre otros factores, hacen que los desafíos de salud mental se incrementen.
- Daño a la infraestructura sanitaria. El 67% de la infraestructura sanitaria de América Latina y el Caribe se encuentra en áreas de riesgo frente a eventos de clima extremo. Los países de Centroamérica y el Caribe son especialmente vulnerables.
- Interrupción del funcionamiento de los servicios de salud. Los servicios de salud tienen como labor habitual prestar los servicios esenciales en salud, incluyendo vacunas, controles y consultas de morbilidad, entre otros. En caso de eventos climáticos extremos, el funcionamiento se puede interrumpir por problemas de abastecimiento de agua, energía o comunicaciones, por falta de suministros y asistencia de personal, así como también por la reorientación de los recursos para responder a la emergencia. Todos estos factores amenazan la capacidad de mantener operativos los servicios, poniendo en riesgo la salud de la población.
Además de que es afectado por el cambio climático, el sector salud también contribuye a le generación de emisiones de gases de efecto invernadero y es responsable del 4.6% de la huella de carbono. En términos generales, un 20% de ellas corresponden a las edificaciones como hospitales y clínicas y un 80% a su operación o funcionamiento. La evidencia ha demostrado que implementando políticas de largo plazo es posible reducir esta contribución.
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