Tarde y mal. Como casi todo en la gestión europea de una crisis que ya parece el estado natural de las cosas, los ministros de Finanzas de los 27 lograron esta madrugada un acuerdo para la creación del Mecanismo Único de Supervisión Bancaria (MUS), una de las piezas clave para empezar a sacar a la banca de la crisis.
Creado en el seno del Banco Central Europeo (BCE), el MUS era la condición necesaria -no la única- para la creación de la unión bancaria. Su función es vigilar a los bancos del continente para permitir que el fondo permanente de rescates, llamado MEDE, los recapitalice directamente (sin que deban ser los tesoros nacionales lo que tengan que inyectar ese dinero).
La deuda de esos bancos será entonces con el MEDE y no con los gobiernos, un cambio radical en la gestión de la crisis. El nuevo sistema debería romper el vínculo entre deudas bancarias y soberanas, por el que los países que rescataban a su banca veían crecer su deuda y los intereses que debían pagar por ella (y los bancos con títulos de deuda pública entre sus activos veían aumentar el riesgo de su cartera).
Si hubiera entrado en vigor antes, España se habría ahorrado unos 40.000 millones de euros, los que tuvo que pedir al MEDE para levantar a una banca hundida en el fango del estallido de la burbuja inmobiliaria.
Prometida para principios de 2013, la unión bancaria no llegará antes de marzo de 2014. Se hará sin la República Checa, Suecia y el Reino Unido. Los británicos no aceptan que el BCE meta las narices en la supervisión de la City londinense, primera plaza financiera europea.
La idea de la unión bancaria es buena pero llega tarde y mal. Alemania logró anoche limitar las competencias del BCE para que sólo supervise a los bancos que superen uno de estos dos baremos: o los activos suman más de 30.000 millones de euros o representan más del 20% del PBI de sus respectivos países. El límite hace que en la práctica sólo pueda vigilar a entre 150 y 200 bancos. Quedarán sin la supervisión del BCE los 5.800 restantes.
Berlín impuso esa condición para alejar al Banco Central Europeo de su banca regional, cargada de activos tóxicos tras años de apuestas con los instrumentos financieros más especulativos, como las hipotecas subprime estadounidenses que en su día reventaron a Lehman Brothers.
Francia, Italia, España y la Comisión Europea querían que el BCE se encargara de los 6.000 bancos del bloque. No lo consiguieron pero sí obtuvieron de Alemania que aprobase una intervención del BCE en cualquier banco cuando "lo considere necesario". Aunque faltó por definir algo muy importante: quién decidirá esa intervención y en qué condiciones.
Además de la supervisión única, los siguientes pasos para una unión bancaria son la creación de un fondo de garantía común de depósitos (se espera que Alemania trate de diluirlo hasta hacerlo casi inoperativo) y de un mecanismo de resolución bancaria para liquidar inviables.
Creado en el seno del Banco Central Europeo (BCE), el MUS era la condición necesaria -no la única- para la creación de la unión bancaria. Su función es vigilar a los bancos del continente para permitir que el fondo permanente de rescates, llamado MEDE, los recapitalice directamente (sin que deban ser los tesoros nacionales lo que tengan que inyectar ese dinero).
La deuda de esos bancos será entonces con el MEDE y no con los gobiernos, un cambio radical en la gestión de la crisis. El nuevo sistema debería romper el vínculo entre deudas bancarias y soberanas, por el que los países que rescataban a su banca veían crecer su deuda y los intereses que debían pagar por ella (y los bancos con títulos de deuda pública entre sus activos veían aumentar el riesgo de su cartera).
Si hubiera entrado en vigor antes, España se habría ahorrado unos 40.000 millones de euros, los que tuvo que pedir al MEDE para levantar a una banca hundida en el fango del estallido de la burbuja inmobiliaria.
Prometida para principios de 2013, la unión bancaria no llegará antes de marzo de 2014. Se hará sin la República Checa, Suecia y el Reino Unido. Los británicos no aceptan que el BCE meta las narices en la supervisión de la City londinense, primera plaza financiera europea.
Berlín impuso esa condición para alejar al Banco Central Europeo de su banca regional, cargada de activos tóxicos tras años de apuestas con los instrumentos financieros más especulativos, como las hipotecas subprime estadounidenses que en su día reventaron a Lehman Brothers.
Francia, Italia, España y la Comisión Europea querían que el BCE se encargara de los 6.000 bancos del bloque. No lo consiguieron pero sí obtuvieron de Alemania que aprobase una intervención del BCE en cualquier banco cuando "lo considere necesario". Aunque faltó por definir algo muy importante: quién decidirá esa intervención y en qué condiciones.
Además de la supervisión única, los siguientes pasos para una unión bancaria son la creación de un fondo de garantía común de depósitos (se espera que Alemania trate de diluirlo hasta hacerlo casi inoperativo) y de un mecanismo de resolución bancaria para liquidar inviables.
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