China arrasó en febrero en los Premios Plagiarius, una competencia alemana considerada un insulto para quien lo recibe, diseñada para denunciar a los falsificadores.
Cuando 30 trofeos brillantes falsos del Mundial de la FIFA, cuidadosamente envueltos y empaquetados, fueron incautados por la aduana del aeropuerto de París a fines de junio, fue noticia, pero lo que no se difundió tanto fue que a principios de este año China ganó el premio Plagiarius por su destacada falsificación mundial y su piratería de productos.
La Copa del Mundo era una mina de oro para los falsificadores chinos. Más de 2.000 trofeos copiados ilegalmente y más de 20.000 de camisetas falsas de equipos del Mundial de la FIFA fueron incautados antes de que salieran de la costa china. A los falsificadores, incluso, les fue bien vendiendo certificados de enfermedad falsos para fanáticos de fútbol que querían quedarse en casa a ver los partidos.
El segundo premio de la competencia Plagiarius 2014 es una máquina de limpieza a presión hecha en China. A la izquierda, el producto original, y a la derecha, el falsificado. (Captura de pantalla/plagiarius.de)
China arrasó en febrero en los Premios Plagiarius, una competencia alemana considerada un insulto para quien lo recibe, diseñada para denunciar a los falsificadores. Los chinos ganaron el primer premio y otros premios de menor prestigio. Este año China se llevó los dos máximos premios Plagiarius, dos de los Premios a la Falsificación y uno de los premios al Mérito.
La copia china no autorizada de un dispositivo de terapia de ondas radiales, “Zwave”, se llevó el máximo premio al Plagio, seguido de productos industriales tales como un limpiador de alta presión falsificado, una linterna y faros LED, y manómetros. Los productos falsificados y los artículos genuinos son casi idénticos.
De acuerdo con el Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU., China ha sido la fuente principal de falsificaciones y de bienes pirateados por años. En 2013 únicamente, los bienes falsificados totalizaron U$S 1.100 millones o más, salidos a borbotones de las fábricas chinas, lo que representa un 68% de todas las incautaciones de la aduana de Estados Unidos.
A nivel mundial, el 75% de los productos falsificados incautados son fabricados en China, según los datos recolectados desde 2006 a 2010 por la Organización Mundial de Aduanas.
Los chinos son falsificadores entusiastas, llegando al punto de improvisar productos alimenticios, como falsos shish kabobs de cordero, fabricados a partir de carne de pato barata y carne de cerdo condimentada, que se volvió un elemento básico en la industria del kabab shish, según informes recientes de la prensa de China continental.
En los últimos años, los falsificadores de alimentos inventaron las uvas falsas y huevos falsos, y el año pasado fueron noticia con la carne vacuna falsa, hecha con carne de cerdo más barata y tratada con químicos, los cuales incluían cera de parafina y sales industriales, para que sea más fornida, junto con cordero falso hecho con carne químicamente transformada de rata, visón y zorro.
Los falsificadores chinos de rango medio están vendiendo el iPhone 6 antes de que salga al mercado, o las últimas carcazas del nuevo iPhone para quienes quieren estar un paso adelante del resto, junto con carteras, relojes y aparatos electrónicos. Los diplomas falsificados de respetadas universidades estadounidenses, acompañados de transcripciones oficiales falsas, están disponibles para los estudiantes chinos.
Por otro lado, una investigación sobre las prácticas fraudulentas puso al descubierto la falsificación de recibos de la zona aduanera del puerto de Qingdao, que se usaron para engañar a los bancos en ofertas de financiación de metales preciosos. Acuerdos por el valor de miles de millones de dólares, garantizados con metales preciosos no existentes, fueron denunciados por la Oficina Nacional de Auditoría de China, Standard Chartered y Goldman Sachs, dijo el sitio web de la Escuela de Negocios Cheung Kong.
El autor de bestsellers Christopher Reich explicó el fenómeno de la falsificación en una entrevista con La Gran Época el año pasado: “En China, la falsificación no se considera un crimen moral. Es casi para aplaudirla”.
"A medida que el capitalismo creció en China, copiar los productos de otros era realmente la columna vertebral de la industria", dijo. "No hay una gran distancia entre fabricar un producto para alguien más y simplemente robar su diseño y decir que es tuyo".
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